A medianoche nos montamos en el tren para nuestro trayecto de 17.50 horas. Apenas podíamos movernos con las mochilas por el pasillo de cortinas y a oscuras era difícil encontrar la litera trece y catorce. Un alma caritativa atendió nuestra súplica y nos guió.
Silencio y oscuridad. Cuatro mochilas y dos literas. Tres minutos de parada. Dos bultos enrollados en sábanas blancas delatan a nuestros vecinos de cama. Reparto de micro espacios y a dormir con el tracatrá del tren. Por favor, que no tenga que ir al toilette hasta mañana, mi último pensamiento antes de dormir. Cumplido.
Los vecinos madrugan y me ofrecen compartir el desayuno que tan cuidadosamente envuelto espera sobre el sofá que antes fue cama. Por el micropasillo ha comenzado un desfile de vendedores de chai y coffee a 10 rupias el vaso. Chai, chai, chai, coffee, coffee, coffee. Me abruma este movimiento dentro del tren tan tumultuoso como el de afuera.
Convertido el dormitorio en sala de estar me dispongo a disfrutar de las vistas de la ventana. Intermitentemente escucho el sonido de unos cascabeles y risas alborotadas. De donde vendrán? Aventuro mis pasos hacia otras salas de estar y ventanas con vistas. Sus ojos negros y grandes paralizan mi cuerpo y caigo, literalmente rendida a sus sonrisas. Regala carcajadas sonoras y palabras ininteligibles, al menos para mi, a cualquiera que se encuentre. Derrocha el don de alegrarnos a todos. Se acomoda en el sofá de nuestra sala de estar. Al sonreír exhibe unos dientes blancos perfectamente alineados y unos hoyuelos le resaltan las mejillas. Sus aretes de color dorado tintinean constantemente, al igual que las pulseras de cascabeles abrazadas a sus minúsculos tobillos.
Aprende y repite mi nombre con una soltura admirable y corre por el micro pasillo diciendo hola a todos. Llegamos a contar hasta veintitrés y jugamos a las palmas. Escribe en mi cuaderno una palabra en hindi y lo acompaña de una pegatina de dos mujeres abrazadas. No importa que no hablemos el mismo idioma. Es la comunicación del amor a primera sonrisa. Me despierta con cosquillas cuando duermo para recordarme vivir el presente. Y se despide con una docena de adiós, bye bye, y besos esparcidos por todo el tren.
Me asomo a la ventana y la veo caminar agarrada a la mano de su madre. Voltea la cabeza y vocaliza en silencio este mantra: Curiosidad. Alegría. Atrevimiento.