274180862 10160518798596318 3554556718334393128 nHace unas semanas que encendimos la chimenea en Ca La Feliza. Los muros de piedra de la casa retienen aún el frescor veraniego y al caer el sol lo repelemos prendiendo la madera de olivo en el living roof.

Hay días que al amanecer despliego la mat frente a la chimenea y danzo junto a la respiración para avivar el fuego interno. Una mañana al levantar las manos con la inhalación en el segundo saludo al sol un ruido inusual me distrajo y a los nueve segundos un pájaro negro de pico largo apareció tras el cristal de la estufa como por arte de magia.
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Mi asombro paralizó los siguientes movimientos durante unos largos minutos que resultaron segundos mientras observaba la conmoción del pájaro que no cesaba de revolotear esparciendo la ceniza y dando picotazos al cristal de la puerta. Tras salir del shock inicial, me senté en el sillón cerca de la chimenea. El pájaro dejó de moverse y se pegó al cristal. Ambos sopesamos las alternativas. Opté por abrir las ventanas de la habitación y después, la puerta de la chimenea. El atrevido pájaro bajó la cabeza y acto seguido salió volando por la ventana de enfrente sin derramar ni una gota de ceniza.
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Al terminar la práctica ese día, tumbada en savasana, me visualicé al borde de un precipicio, de pie en el saliente de una roca afilada. Sentí el vértigo al asomarme y visualizar el abismo. Las piernas me temblaban, el corazón aceleró los latidos y la respiración se agitó. Decidí sentarme y dejar colgando las piernas y, como pude, me recosté hacia atrás estirando los brazos en el suelo. Cerré los ojos y dirigí la atención al centro del pecho. El vértigo pasó a un segundo plano. Los latidos se ralentizaron. El frescor de la piedra suavizó los pensamientos. Me sobresaltó un aleteo que refrescó las mejillas y depositó un susurro en mi interior. Acepta, que duele menos.