En nuestro primer viaje juntas celebramos sus treinta años de vida sobre cuatro ruedas. La recogimos en Valencia y bajamos al mar de olivos para hacerle una puesta a punto que la sanó por dentro y por fuera.
Un ligero pinzamiento avisa de marejada en la zona lumbar. Los pensamientos se agolpan en la parte baja de la espalda y triplican el peso de su contenido. Endurecen los músculos que encuentran y la rigidez dificulta los movimientos.
A los pocos meses de conocernos nos sentamos en el salón del pueblo blanco junto a una docena de cartulinas de colores, un manojo de rotuladores y un par de tijeras con la intención de dibujar nuestros sueños.
Las inauguré cambiando el mar de olivos por el mar mediterráneo. Posteriormente, peregriné desde la costa de sol hasta el Atlántico donde recalé en uno de sus pueblos blancos.
Hace una semana que establecí un compromiso conmigo y con un grupo de mujeres. Buscar un hueco en los ajetreados días de nuestras vidas para parar y descansar en el espacio de yoga nidra.
Cuando vivía en Bath acudía al TimeBank con el fin de intercambiar habilidades por el aprendizaje del idioma. Comencé en el grupo de jardinería, no por mis dotes botánicas sino porque escaseaba el personal.
Cuando la maga del sur golpeó suavemente dos veces mi hombro derecho, detuve la marcha y clavé las rodillas en tierra. Desde el centro del pecho se gestó un aullido que se elevó más allá de los campos de olivos.
Inauguré los cincuenta nadando con mantas rayas en un paraiso indonesio. Recibí el nuevo año en la old shala de Mysore y durante treinta días me mantuve fiel a la tradición.
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