El peregrino belga llamó mi atención mientras me disponía a tender la colada. Se protegía el cuello del calor con un paño de cocina unido a su sombrero con imperdibles.
Aunque le encantó el dormitorio comunitario prefirió dormir en el bosque para evitar ronquidos inesperados. Aparcó el carro con el que camina en un rincón y acampó en la parte alta del bosque. Tuve que buscar un hueco libre en su credencial para estampar el beso. Su tacto delató los ochenta y nueve días de camino. Porqué no invertir el tiempo en algo que me hace realmente feliz? dijo sin dejar de sonreír.
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Al principio me costó entender porque la peregrina eslovaca llevaba dos credenciales. Cosas del idioma. Con lágrimas en los ojos abrió su corazón y pudo sacar parte de la tristeza que sentía por haber perdido a su madre meses atrás. Ahora camina para trascender ese dolor. Añadí el beso de su madre a la lista de peregrinos del día y ella agradeció el gesto con una gran sonrisa y unas emotivas palabras en el libro del peregrino. Se canceló una reserva de última hora y mamá Milena nos acompañó en la cena comunitaria. La peregrina disfrutó tremendamente del momento y no dejó de sonreír hasta caer rendida en la cama.
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La primera peregrina de Jaén que estuvo en el albergue me dijo mientras le enmarcaba el beso en la credencial, como has terminado aquí, tan lejos de tu tierra? La respuesta inició un baile de opuestos que esta luz de luna llena ilumina con fuerza y determinación. Tan lejos, tan cerca, terminar y empezar, mi tierra, los origenes, el aqui y el allí. Siento la expansión del abdomen llenándose de aire de a poquito y es en su punto máximo tras la calma y el silencio que me brinda este momento cuando brota con la exhalación una tremenda carcajada que ofrezco al universo en forma de agradecimiento por conectarme de nuevo con mi mantra de cabecera, I’m just passing through, here and sometimes there, but always present. The challenge, make it easy.