/> Hace seis años y algunos meses que devoré la saga prehistórica de Los Hijos de la Tierra con un interés creciente. La relación entre los neardentales y cromañones fue capaz de sostenerme en un momento dramático de mi vida. La protagonista, Ayla, me mostró la valentía, el coraje, la fuerza y la naturaleza salvaje que reside en nuestro interior.
En este tiempo se han desprendido muchos de los disfraces que habitan mi piel. Cada uno de ellos ha establecido un hito en el camino que alumbra el sendero para que emerja la verdadera naturaleza. Sucede cuando paseo descalza por playas infinitas, escucho el bramido del océano, siento su brisa refrescante en el cuerpo, abrazo árboles milenarios, contemplo el cielo estrellado, despido al sol, corono la cima de alguna montaña, acompaño al caracol a cruzar la carretera, animo al chorlito cojo a que siga su bandada, observo la lluvia tras una ventana y cuando despliego la esterilla cada día.
Continúo despojándome de lo que sobra y atiendo la llamada del océano que susurra en el centro de mi misma, ‘desnúdate de lo que te ajusta’. Así comienza la danza salvaje que trae la valentía para deshacer el nudo que oprime la piel. Ahora soy ligera y me sumerjo en la quietud de la naturaleza. El nuevo ciclo está por llegar, I’m ready.