274180862 10160518798596318 3554556718334393128 nEntrar a Cambodia por tierra nos hizo sudar la gota gorda y no por los cuarenta grados sino por nuestra negativa a pagar el impuesto de la corruptela que el funcionario demandaba.

En un acto de valentía espontáneo coloqué en la mesa los pasaportes con los dólares sin extras y a los quince minutos nos devolvieron la visa sellada.
~
En Phnom Phen buceamos en los orígenes del país y empezamos a entender. La mejor de las craft beer del viaje, una Neipa local, la bebimos aquí. Descubrimos que el pijama femenino es el mejor reclamo para soportar el calor. En el monedero se peleaban los dólares, euros y rieles camboyanos. Me refresqué en la infinity pool circular con vistas al Mekong.
~
La van que volaba hacia Kampong Chhang se pasó la parada y nos dejó en la carretera a cuarenta kilómetros más allá del destino. Un camboyano nos recogió y a fuerza de sonrisa nos apretó a diez dentro del coche. La aldea flotante me hizo de espejo a pesar de las aguas turbias del lago, y lo que vi revolvió mis tripas. Nos regalaron un par de paquetes de pipas, afortunadamente sin sal.
~
Siem reap nos mostró la fuerza de la naturaleza con su tesoro más preciado. Regateé varias veces y volví a casa sin cubrir las falsas necesidades. Comimos una baguette de tortilla. Vimos el amanecer en el Angkor Wat, junto a mil quinientas turistas. Entablamos amistad con tres ingenieros camboyanos que sueñan con ir al Camp Nou. Compré aceitunas que no lo eran. Escribí seis postales. Abracé un árbol que sostenía a un templo.
~
Camboya ha sido corto aunque intenso, un suspiro profundo del alma que clama nuevas formas de relacionarse con los invasores que va recibiendo. Acá emergieron a la luz un par de sombras internas y las llevé a la lavandería. Lo bueno del país es que los trapos sucios se secan en un plis plas.