Cuando alcanzamos el golfo de Carpentaria pudimos otear desde la orilla un mes de un futuro no muy lejano. Lo aparentemente cerca que resulta y la de vueltas que tenemos que dar hasta llega a ese anhelado destino.
Los árboles, junto a las aves zancudas con antifaz rojo son los únicos que se bañan en este mar en calma. Aprovechamos para despedimos del mar del norte y erigimos un altar de piedras en agradecimiento a estos veinticuatro días de road trip por el estado de Queensland.
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Hubo días donde la ruta trazada hace meses sobre el mapa se tambaleaba tras una visita de la whale al taller. Emergieron alternativas que nos alejaban de la montaña sagrada. Seguimos sumando kilómetros por la Savanna Way con la incertidumbre al final de cada recta. Vimos a nuestro primer canguro y con él nos fuimos saltando hasta alcanzar la Overlander’s Way, donde nos recibieron los termiteros gigantes de reminiscencias catalanas.
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Cada mañana la mat se pinta de rojo mientras las rapaces observan con cautela el movimiento generado con el cuerpo. Los pensamientos se aquietaron conforme nos acercábamos a la frontera. Dormimos en un lago donde las estrellas decidieron el camino a seguir a la mañana siguiente. Lo que antes era no, ahora resultó si. Donde antes había incertidumbre ahora había certeza. Antes de cruzar conectamos con la esencia salvaje y así, con los pies llenos de barro y tierra roja seguimos sumando kilómetros en nuestra aventura de vida australiana.