Cruzamos la frontera con tremenda ilusión. Recorrimos dos mil cuatrocientos sesenta y siete kilómetros por carreteras asfaltadas en doce días. Escuchamos nueve podcasts y escribí cinco postales.
La mat se desplegó en seis ocasiones y tuve un descanso premiun. Nos encontramos con un pavo real, quince millones de moscas, cinco camellos, varias familias de emus, dos wallabies de roca, tres libélulas rojas, bandadas de pájaros azules, verdes, igual de cotorras blancas y rosas, seis lagartos al sol en la carretera, cinco caballos, docenas de canguros, ocho rapaces y una serpiente muerta. Todos en su hábitat natural. Paseamos entre cientos de termiteros gigantes. Bebimos dos neipas y tres Ipas, la ley del norte prohíbe vender alcohol domingo, lunes y martes.
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En Alice Spring nos enfadamos y descubrimos al arte de sostenernos. Hicimos un loop por desfiladeros de agua filtrada que nos llevó al almacén natural de pinturas aborigen. Derramé lágrimas altruistas sobre la arena roja del desierto. Caminamos sobre lagos salados y visitamos un pueblo aborigen que estaba patas arribas. Me tragué una mosca y compramos dos mosquiteras para protegernos de su invasión. Le dimos la vuelta a Uluru y la luna llena nos sorprendió en el sunset enmarcando unos de los momentos vip de esta vida. Ambos perdimos en diferentes días la sandalia del pie izquierdo. Hicimos doscientos cuarenta y seis kilómetros para recargar el gas. Se vino un sombrero, una almohadilla de ratón y un marcapaginas aborigen.
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En el norte recordamos nuestra etapa del albergue el beso donde surgió el sueño de conocer Uluru. Los menús del peregrino a las siete de la tarde se revalorizaron al igual que todo el trabajo de puesta en marcha realizado en el lugar. En un paseo nocturno por el desierto una estrella fugaz emergió en el firmamento. No solicitamos el deseo inmediato de vuelta, en cambio si que cerramos los ojos para conectar con el explosivo silencio que detonó su rastro en la bóveda celeste. Y desde el centro del centro agradecimos cada uno de los pasos que nos trajeron acá, a nuestro propio centro. Benditos paseos por las nubes.