274180862 10160518798596318 3554556718334393128 nEl último cigarrillo lo fumé en Coín. La carne roja que siempre se me hizo chicle se quedó en Málaga y el atún, en Conil.

Las pechugas de pollo y el jamón salieron del menú en Bath. El último marisco lo comí en Tailandia. En Australia se quedan los huevos, que volví a comer en filipinas por pura supervivencia alimentaria.

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Tras años de maltratar al cuerpo y al planeta, elegí dejar de hacerlo de una manera natural. Cambié mi percepción de la comida y mi conexión con el futuro de la madre Tierra. Hace unos días encontré un cangrejo en la playa y le pedí perdón por vivir en la ignorancia casi media vida.
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En la mesa de al lado del restaurante vietnamita vegano donde almorzamos se sientan un padre y sus tres hijas. Las gemelas tardan menos de un minuto en elegir su plato y la más pequeña escucha atentamente al padre que lee el menú. Wow Dady, the veganism is magic, dice en voz alta.
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Inspirada por la disposición a vivir de una manera más sostenible y pacífica en el mundo inicié el desafío de ser consciente de mis elecciones. Cada mañana elijo desplegar la mat como un acto de amor propio. Cada día elijo nutrirme de alimentos de origen vegetal como un acto de amor al planeta tierra y a todos sus seres sintientes. Y a cada instante lo elijo a él.