274180862 10160518798596318 3554556718334393128 nEn mitad de una severa tempestad llegamos a Cape Reinga. Allí donde las almas maorís encuentran la puerta de entrada al otro mundo.

El viento impidió que abriésemos la puerta de la lucky rodeo, el coche que nos acoge día y noche así que empujados por su fuerza nos devolvió casi al punto de partida. Me entristeció no poder conocer a Pohutukawa, el árbol de más de ochocientos años que les ofrece sus raíces como camino al más allá.
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Quise sentarme en la karekare beach donde llegaron hace unos años Ada McGrath y su piano para escuchar la BSO que durante un tiempo rondó mi corazón. El acceso estaba cerrado y no encontramos manera de llegar a la playa. Caminamos por la vecina donde encontramos a un león sentado en su orilla y corrimos por su arena negra volcánica tarareando la melodía de Nyman.
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En las idas y venidas por las angostas carreteras del road trip conocimos a los árboles kauris, en concreto a su rey, el más grande del mundo y al padre del bosque. Con más de dos mil años de antigüedad cada uno se han salvado de la tala indiscriminada de los colonizadores. Nos abrazamos con el corazón y nos prometimos amor eterno al momento presente.
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El desconcierto se apoderó de la razón en esta primera semana por Nueva Zelanda. Aún me encuentro bajo los efectos del pasado eclipse vomitando patrones obsoletos y mudando la piel emocional. No me da la vida para asimilar la belleza salvaje de estos paisajes, la humildad de sus pueblos y la generosidad de su gente. Maribel, esto también pasará, make it easy.