274180862 10160518798596318 3554556718334393128 nTreinta y seis horas, tres aviones, un grab, un ferry de dos horas, un par de motos y una barca de una hora con nube negra incluida.

Llegamos al último paraíso, así es conocido el archipiélago de Raja Ampat, en Indonesia. Cuatro islas que son cuatro reinos y mil quinientas islas pequeñas e islotes. Localizado en el corazón del Triángulo de coral, donde la abundancia de la vida se encuentra bajo el mar. Otro de los sueños cumplidos.
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En el ferry nos abordó Cinta, un joven indonesio de sonrisa contagiosa. Nació en las islas Molucas pero su afán de relacionarse le trajo hasta Wasai, la capital de Raja Ampat, donde regenta un hostel. Nos animó a subir a la terraza y entre fotos, conversaciones y muchas risas decenas de delfines vinieron a saludar saltando eufóricamente durante cinco espléndidos minutos. Welcome to Raja Ampat, gritó mientras brincábamos juntos de la emoción.
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Las gestiones burocráticas para entrar al parque marino se atascaron y Cinta nos ayudó a resolver generosamente. Antes de despedirnos en su hostel nos dio una bolsa con seis cervezas y nos facilitó transporte gratuito hasta el puerto. Con las mochilas a la espalda nos fundimos en un abrazo cálido con vistas a un esperado reencuentro en el camino de vuelta. Cinta, el ángel de la guarda indonesio.
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Llegamos a la la isla de Kri donde los bungalows se sostienen sobre el mar y los baby tiburones dan los buenos días cada mañana. No hay tiendas y sobran las sandalias y casi que la mochila. Las seis horas de luz y de wifi intermitente nos permiten saborear sin distracciones la tranquilidad del lugar. El tiempo sucede bajo el agua junto a los más de mil trescientas veinte especies de peces que nos esperan para deleitarnos con su singular belleza natural. Acá, en el reino del do nothing.