274180862 10160518798596318 3554556718334393128 nDos small taxis para tres, una homestay con dos camitas, un tren de siete horas con dos de retraso, tres sándwiches de soja y una focaccia, una habitación en el hotel del terror, un jeep compartido con once personas y un destino a dos mil ciento cincuenta metros de altitud.

Caminamos por la tierra del rayo, de los campos de te, del tren de vapor, del view point a la tercera montaña más alta, la casa de tres religiones y más de diez comunidades étnicas. En Darjeeling también se genera el humo de la quema agrícola que nos ocultó la majestuosa belleza de sus colinas.
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Hicimos casa en una espaciosa y gélida habitación sin vistas. Nos aficionamos a los momos, a las sopas thenthuk y thukpa, y a las galletas de coco, tramitamos el permiso del siguiente destino, nos equipamos con ropa de invierno, envié una postal al océano Atlántico, escuchamos pop y brindamos con unas Budweiser strong, conocimos la historia del Sherpa que coronó el Everest junto al británico, encontré varas de incienso de Potala, y cada día jugábamos a encontrar a uno de los ocho miles, el Kanchenjunga,, tras la nube de polución.
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Desde la bulliciosa plaza Chowrasta seguía los pasos de los sherpas cargando bombonas, armarios, cajas de mercancías y material de construcción en sus espaldas. Caminaban muy despacio por las encrespadas calles sorteando los jeeps, el frío, los turistas, los perros, los niños jugando en la calle, la lluvia intermitente. Una señora mayor que cargaba dos bombonas depositó su mirada en mi y al instante sentí disolverse mi tiritera y como los enredos de dudas y pesares se liberaban dejando espacio para la explosión de luz y de color del momento presente.