274180862 10160518798596318 3554556718334393128 nLos rayos de sol se colaban por la gran cristalera de la segunda planta del bus y la añoranza de otra vida fluía con intensidad. Las nubes conformaban guiños al pasado y los majestuosos árboles despertaban los olores de la etapa inglesa.

Otra vuelta a casa con una grata sensación en el estómago. La mochila no impidió el paseo matutino mientras las calles de la ciudad se desperezaban. Me gusta tu outfit, me dijo una señora mientras caminábamos por el Southgate. Sus palabras activaron lo desafiante de esta vida en movimiento y le agradecí el recordatorio con una sonrisa.
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En el hostel nos mezclamos con diversas familias monoparentales, ávidos festivaleros de Glanstonbury, universitarios preparando proyectos, voluntarios de todas las edades y musculosos deportistas visitando el gym del sótano. Esta fauna variopinta ocupaban los sofás al sunset y compartían algo más que ese espacio. Una mujer sentada frente a mi me ofreció una copa de Prosecco a la par que halagaba el pañuelo que traje de India. Escapaba del entorno familiar por unos días buscando en el silencio algún indicio del camino a seguir. Brindamos por la felicidad de hallarnos ya sumergidas en ella y por el dejar de buscar.
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El sábado el centro de Londres estaba cortado al tráfico. Un tropel de trabajadores recogían la basura que encontraban en su camino. Cientos de banderas multicolor se enarbolaban con devoción y ondeaban libres rozando el majestuoso cielo pintado de purpurina. Más de treinta mil personas marchaban en pos de celebrar la diversidad sexual y de género. Un policía nos deseó Happy Pride mientras su compañero nos colocaba una chapa en la solapa. Una joven del colectivo trans vociferaba con pasión, We are everywhere, mientras levantaba un cartel con las letras teñidas en sangre, no hay orgullo en medio de un genocidio.