274180862 10160518798596318 3554556718334393128 nElla siempre caminaba con un quemazón en el bajo vientre, un ardor que le inflaba el estómago confundiéndolo a veces con los primeros meses del embarazo.

Un día se encontró a un impertinente que le colocó la mano en la tripa sin permiso. El quedó aterrado al no saber sostener los latidos del corazón que allí habitaba y ella, sin intención y con soltura, le eruptó una bocanada de fuego que chamuscó al señor atrevido en cuestión de segundos. En ese momento se encarnó la dragona y su aquejada soledad.
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Ella lanzaba su fuego interno ante la mentira, la falta de honestidad, la injusticia, las personas tóxicas, el maltrato animal, etc. Desconocía lo que ocurría pero sabía hacia quien descargar su rabia. Las amistades la evitaban por miedo a ser derretidas con su láser fogoso, la familia dejó de visitarla esquivando la ola de calor que desprendía y en el pueblo se le cerraron bares, tiendas y bibliotecas. No pareció importarle que su corazón se hubiera desplazado hacia el estómago dejando un hueco vacío en el centro del pecho.
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En una de sus caminatas por el bosque para recolectar hierbas que aplacaran a la dragona acomodada en su interior encontró a un joven que no la rehuyó y sorprendida por su actitud le sostuvo la mirada. Él alargó su mano para colocar una rama de romero en el centro de su pecho y ella relajó la tensión en su mandíbula abandonando todo esfuerzo por articular palabra. Sintió como unas gotas de un elixir compasivo y amable goteaban hacia abajo para sofocar el fuego interno que borboteaba por estallar y el corazón voló libre a su lugar. Le sobrevino un erupto e impregnó el aire de miles de pompas de jabón de lagarto.