Como le gusta alterar los planes ajenos a modo de travesura, no le compartimos la ruta. Los primeros días le hicimos creer que la vecina Francia sería el destino y al no ser de su agrado la primera noche de lluvia tuvimos goteras.
La entrada a los Pirineos catalanes relajaron sus achaques y trotó libre y salvaje por las carreteras secundarias del Vall de Boí descubriendo iglesias románicas. Nos invitó a recorrer la ruta de la nutria hasta llegar al planell de Aigüestortes donde el río se dividía en infinitos brazos que jugueteaban entre prados y bosques de pino negro.
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Quiso dormir en las ermitas donde la pantalla de cine se desplegaba cada noche sobre el cielo estrellado. En los Pirineos Aragoneses fluyó rodando por desfiladeros estrechos, pueblos de ensueño y carreteras de alta montaña. Llenó sus bolsillos de romero y farigola cerca de Aínsa. Se perdió en el bosque de Betato y quedó deslumbrada en la Selva de Oza. Nos presentó a una decena de ibones y cascadas majestuosas. Cruzó un río refrescando sus partes mas intimas. Se enamoró irremediablemente de Ordesa y Monte perdido, de la abundancia de sus aguas y de la frondosidad de los hayedos.
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Las carreteras en excelente estado de conservación le chivaron que maniobraba por los Pirineos navarros y no le importó que se hablara en otro idioma. Conoció el camino de las golondrinas, saboreó los tomates negros y se maravilló con las miles de plantas que embellecían los coloridos pueblos que cruzaba hasta llegar a la Selva de Irati, el tesoro natural donde los tupidos hayedos colapsan los rayos de sol. Allí se encontró a solas con la naturaleza y paseó descalza sobre el manto de hierba que cubre esta descomunal obra de arte. Se abrazó a un fresno y almorzó bajo un abeto que le protegió de la lluvia incesante del momento.
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Dos días después de dejar atrás los Pirineos y rodar junto a los peregrinos que recorrian el camino de Santiago comenzó a sentirse mal y cayó exhausta cerca del albergue donde hace nueve años dormíamos en habitaciones separadas. Nos despedimos en el desolado camping del pueblo donde un joven austriaco luchaba por conseguir abrir su furgo con las llaves olvidadas en su interior. El universo me regaló el abrazo de una amiga pucelana y una reforma de planes, se abrieron ventanas y se cerraron puertas de forma suave y amable, se ablandaron las prisas y recordamos que es el camino hacia la cima el que da sentido a la cumbre.