274180862 10160518798596318 3554556718334393128 nAdoro pasear por el templo de la quietud. A veces lo hago sola, y otras en compañía. Este espacio virtual de meditaciones también brinda la posibilidad de encender una vela e impregnar el templo con tu luz.

En uno de sus encuentros mensuales una cálida voz nos guió en el arte de amar nuestras cicatrices. Descubrí que hay heridas que suavizan las costuras de la piel gastada y que entre el lodo y la flor está la confianza que no respiro ahora. Aprendí a embellecer las heridas a través del kintsugi, el arte japonés que resalta la belleza de las cicatrices, y las adorné con flores de lavanda. Reafirmé que entre la grieta y el renacer hay un desprendimiento de piel.
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Semanas después la voz aterciopelada, esta vez por iniciativa propia, nos invitaba al club de las poetas más vivas que nunca donde a través del barro y el silencio nos atrevimos a enlazar versos. Recordé ese cuaderno de la pantera rosa donde por primera vez jugué a ser poetisa. Las cajas que rebosan decenas de libretas en el armario de mi infancia. El journaling. Los bolígrafos de colores. Las pegatinas. El collage en los viajes. Algún documento despistado en el disco duro. Cientos de notas en el móvil. Acaricié el barro con las manos de la mente y modelé una ola de mar que convertí en un tobogán donde desperté envuelta en una carcajada infinita.
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En esta sala virtual ajenas al ruido externo e interno encadenamos versos desde el corazón y las cenizas lo inundaron todo. Benditas estas cinco mujeres que se reconocen y desnudan su alma a golpe de verso y prosa. Será que la poesía es vivir desde el corazón? Será que en el silencio reside la luz del mundo? Escribí sin pensar una fábula sobre una mariposa que al romper la crisálida se encontró con el amor y el miedo, con las luces y las sombras, con los dones y las heridas. Unas luciérnagas encendieron un fuego en el bosque y el humito sagrado vaporizó sus miedos. Recordé que escribo para habitar el silencio y escuchar lo que el corazón susurra.