274180862 10160518798596318 3554556718334393128 nHace una semana que establecí un compromiso conmigo y con un grupo de mujeres. Buscar un hueco en los ajetreados días de nuestras vidas para parar y descansar en el espacio de yoga nidra.

La consigna diaria consiste en tumbarse, usar cascos y rendirse a la voz y la música de los que guían. Nada más que hacer. Las sesiones oscilan entre veinte y sesenta minutos. Un reto de veintiún días. Como cuando me fui a caminar desde Burgos hasta Finisterre. Otros veintiún días.
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Mi primera sesión de yoga nidra la hice en Bath, obviamente en inglés. Relajarme mientras intentaba descifrar lo que Krissy narraba me era imposible, y produjo en mi el efecto contrario. Así que aparté las palabras y me concentré en la energía de la sala, en el timbre y el tono de Krissy, acompasaba mi respiración al volumen y a la velocidad de su voz. Funcionó. Después de cada sesión despertaba descansada, como si le hubiera robado horas al sueño nocturno. Krissy, la British maga.
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Cuando el mundo de afuera se vuelve frenético y la rueda del hámster gira atropelladamente es cuando más necesito parar y descansar. Para cuando una sociedad del descanso? En la quietud que trae el descanso está la clave del éxito. El desafío será permanecer en silencio cuando lo de afuera se marca un buen taconeo por bulerías. Que la revolución comience al atender la respiración, inhalando para crear espacio y exhalando para ocuparlo.
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Las hormonas de los cincuenta me despiertan bien temprano. Busco los cascos, pulso el play y un gong da la bienvenida. El cuerpo se rinde pronto a la experiencia. La mente juega con idas y venidas. De pronto estoy tumbada en una barca en mitad del océano. Las olas mecen mi descanso y el canto de las ballenas dispersan los pensamientos. Un sombrero hawaiano recoge los rayos del sol. Un faro ilumina el camino. Sigo tumbada en la barca, gozando el descanso, saboreando la quietud del silencio, entendiendo que la victoria te sorprende en el do nothing.