La reserva de la pareja de coreanos entró a última hora aunque llegaron los primeros. Su sonrisa se mantuvo firme en todo momento y casi no les reconocí cuando salieron a dar un paseo por la aldea.
Ella dijo llamarse Moon y dibujó en el libro de peregrinos y Sejong le donó a Carles un cinturón. El peregrino alemán era tan alto y grande que se puso a mi altura. En el desayuno habló de la poderosa energía que envuelve a la casa. Un éxito, fue su respuesta al preguntarle por su primer desayuno vegano.
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Al día siguiente recibí al primer peregrino español, en bici eléctrica y a las siete de la tarde. En el desayuno lo encontré sentado frente a la bici, se ha roto la cadena, dijo con un hilo de voz. Tras deliberar con los hospitaleros mandó la bici en taxi y marchó caminando para disipar los fuegos que incendiaban su mente. Ajenos al suplicio español, el peregrino inglés desayunaba junto a su padre y hermana que habían venido a visitarle. Good to see you, escuché en el abrazo con su padre. La hospitalera, emocionada por ser partícipe del momento, voló al sur soñando con encontrar cómplices para volver al camino.
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Dos chicas alemanas no cesaron de preguntar al hospitalero como sustituir el huevo, mientras la pareja de canadienses otorgaba un excelente a la cata de tortilla y la crema de calabaza. Tras la siesta pusieron una lavadora con veinticinco pares de calcetines que la hospitalera emparejó con dosis extra de paciencia. Una peregrina americana afincada en Irlanda llegó sin hacer ruido, no comió ni bebió nada y apenas habló. Se evaporó antes de la salida del sol dejando impecable la habitación.
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Aunque los días avanzan de forma similar se atisban destellos que marcan la diferencia. El hospitalero ha mejorado la tortilla de patatas y relegado los masalas para consumo propio. Los peregrinos me piden selfies y aún no entiendo muy bien que curiosidad les despierto. Será por las flores y las hierbas silvestres con los que Maribel me ofrenda, o el incienso hindú con el que me baño a mediodía. Un gato de la aldea me ha pedido amistad y todas las mañanas se acurruca cerca de mí para ver caer la nieve por primera vez sobre mi piedra.