274180862 10160518798596318 3554556718334393128 nLos peregrinos españoles de semana santa tambalearon mis ‘para que estoy aquí’ aunque la pareja de catalanes y de canarios suavizaron el desasosiego. Conversaban alegremente con los hospitaleros y agradecían la quietud del hogar.

Escuché catalán por primera vez y m’agrada molt. La hospitalera frunció el ceño cuando varios turistas españoles demandaron hacer el checkin a las ocho de la tarde. Buscó refugio en la esterilla y canceló gratis la habitación otorgando paz a su corazón. Entendí entonces el dicho de que el peregrino agradece y el turista exige.
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El peregrino irlandés llegó desde los pirineos antes de lo previsto y calmó su descanso en la taberna. Admiró el silencio del lugar y después de veinticinco días de camino nos colocó en su podium. Las dos peregrinas noruegas que caminaban por negocios se despidieron sacando humo por su boca tras chupar lo que parecía un diminuto lápiz blanco. El peregrino croata llegó con el dedo gordo del pie inflado como un pez globo. Los baños de agua con sal y el tea tree oil de la hospitalera aliviaron su quemazón. Tu hogar me recuerda a la energía de Bali, dijo al despedirse.
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Una señora americana tocó en la puerta y se quedó para siempre en mi corazón. Perdió la voz hace una semana y su garganta es puro fuego. La hospitalera la cuidó con ginger lemon, golden milk y el ombligo de Venus. En los abrazos de despedida las lágrimas se mezclaron con los copos de nieve que danzaban al viento. El escocés y la italiana llegaron caminando al revés. Ligeros de equipaje y con un bolso de cadena dorada en bandolera. Quedaron encantados y olvidaron la credencial que recién compraron en la tienda de Susana.
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En la mañana del domingo una comitiva de hombres vestidos de blanco lanzaron agua sobre las hojas de laurel que me ofrenda la hospitalera. Parece ser que la aldea ha aceptado mi solicitud de empadronamiento y vinieron a darme la bienvenida. Una tarde escuché el llanto de un niño y pensé que eran los maullidos de los gatos. Me alegra verlos corretear por la calle, aunque me lanzan miradas asustadizas. Se quedó una noche libre y me colé en los sueños de los peregrinos de los otros alojamientos, y deambulé feliz por la aldea acompañado de Gracie, mi fiel amiga gatuna.