Tocaron la puerta dos peregrinas gallegas que caminan de la mano con la mamá de una de ellas. Duermen en una campervan y el brillo de sus ojos delata la buena vibra de sus corazones.
Una coreana en su primer camino, tan nerviosa como ilusionada tomaba notas de todo lo que narraba el peregrino americano en su veintiún camino. Mientras tanto, Michele pidió vino y copas para todos, juntos brindaron por las conversaciones ajenas al móvil.
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Se canceló una reserva a mediodía y a los diez minutos una pareja de finlandeses encontró su cozy room. Durante casi un día nadie habló por el móvil, y todos charlaban animadamente en la calle. Al caer la noche las farolas no se encendieron aunque las estrellas del cielo iluminaron las inquietudes que oscurecían los hogares. Escuché algún alarido por las duchas frías y la hospitalera prendió todas las velas para calentar los sueños de los peregrinos.
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Llámame Jackie Chang, dijo el peregrino de Singapur a la hospitalera. Tras desayunar en silencio se despidieron alternando los namastes y namaskar. Uno pareja americana que se equivocó en la reserva durmieron abrazados en la single room bajo el ceño fruncido de la hospitalera. La familia brasileña llegó asfixiada y con una barra de pan de metro en la mochila. La hospitalera estuvo recogiendo migas al día siguiente hasta debajo de las baldosas.
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El hospitalero limpió la piedra y con un rotulador blanco escribió mi Epifanía. If I had bones instead of stone, skin instead of mold, lightness instead of burden. Oh, pilgrim! I´d also feel gemstones on my feet. I’d walk and walk and walk until beyond Triacastela along the route of San Xil. Where a valley captivates you, you will have reached my home A Balsa, shelter of ancient chestnut trees, gallery of the Arthur's paintings that will light your steps. Let your newly blessed footprints precede you and guide to Finisterre, where the Earth never ended. Let the ocean waves whisper the intimate secret of your own way.