274180862 10160518798596318 3554556718334393128 nUna peregrina italiana que salió a caminar a las cinco de la tarde quiso hacer el checkin a las diez de la noche y ese día la hospitalera se angustió un poco. Al día siguiente estampó el sello en una credencial gaditana y se le pasó el disgusto.

El peregrino coreano olvidó un tendedero en el baño que ha enriquecido la laundry de cada día. Los tres peregrinos americanos se llevaron la llave de la habitación y el hospitalero la rescató en Manjarín, donde el último templario se dejó caer hace años.
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Una peregrina australiana se refugió con su indecisión en la single room. Cada pregunta generaba un silencio largo por respuesta. Tostadas dulces o saladas, yoghurt o soya milk? Con mochila o sin ella? Apuró los desayunos de la familia americana y volvió tras media hora de camino ya que olvidó la funda del impermeable. El peregrino español llegó pronto, se echó una siesta y como no le dolían las rodillas decidió seguir caminando hasta foncebadon.
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Las tres amigas australianas llegaron con sus mochilas al hombro. Agradecidas a la vida, sonrientes y con tres grandes maletas que van arrastrando con las compras que realizan. Desayunaron con un par de peregrinos alemanes nerviosos por llegar a la cruz de ferro y dejar allí sus problemas. El peregrino del rancho de Nuevo México va en bicicleta y su esposa caminando aunque duermen juntos cada noche. Depositaron sus bendiciones ante mi antes de marchar agradecidos por un descanso reparador.
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La hospitalera ha convertido el desayuno en un ritual donde cultiva la presencia con amor y agradecimiento hacia los peregrinos que nos eligen. Disfruto escuchando el relajante sonido del handpand, me embriago con el aroma del palo santo, observo como la luz de las velas iluminan los latidos de los corazones peregrinos, las servilletas de tela absorben los temores ante la subida inminente y la mezcla de sabores veganos, dulces y salados, enriquecen la primera comida del día. Cada vez que llega con los platos al living room, se despierta un cosquilleo debajo de mi túnica y siento como mi boca, sellada en granito, comienza a despegarse.