Hace diez años llegué al albergue municipal de Burgos con una mochila cargada de dolor, miedo y una pizca de valentía. Nada más empezar a caminar al día siguiente me perdí y para medio día me había generado una ciática que posiblemente me llevaría al hospital.
Le conté mi drama a una enfermera de barcelona que después de sopesar mi mochila descubrió que se había soltado un anclaje y se me clavaba en la lumbar. Brindé por la buena nueva con una cerveza y los pies metidos en una alberca recogiendo el primer aprendizaje del camino, no te creas todo lo que piensas.
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Al despertar del segundo día quise revisar la guía que había elaborado meses atrás y no la encontré. Le di la vuelta a la mochila y tampoco apareció el libro con las etapas marcadas. Extraviado, desaparecido, olvidado quedó el planning de los días que tenía por delante. Mientras saboreaba el roiboos y un vaso de agua con azúcar para las agujetas, recogí otro de los aprendizajes, suelta el control y fluye con el camino.
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En esos veintiún días de caminar sola enfrenté muchos de los miedos que me rondaban. En los Montes de León lloré profundo, grité fuerte lo que nunca me atreví a expresar, y alivié el dolor del corazón prometiéndo no abandonarle jamás, en Molinaseca me dieron un talismán, en A balsa una lechuza me trajo un beso, en Santiago despertaron las mariposas que vivían aletargadas en el estómago y en Finisterre, en el fin del mundo, se gestó el principio de nuestra hermosa historia de amor.
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Hace diez años que dibujamos nubes con nuestros sueños comunes. Así nació este proyecto y muchos otros que bajamos a tierra. Al abrir la puerta de @the_pilgrim_stone el camino me devuelve mi reflejo y en él me encuentro. Hace unos días una peregrina canadiense con un brillo extraordinario en los ojos me regaló una moneda con un ángel en ambas caras donde ella depositó su energía. You’re on the camino and you’re an angel to many of us, me dijo mientras la colocaba en la palma de mi mano. Aún siento el crepitar de su energía en mi.