274180862 10160518798596318 3554556718334393128 nLos ojos se abren y el cuerpo se despierta a los códigos sagrados de la madrugada, tres treinta y tres, cuatro cuarenta y cuatro, cinco cincuenta y cinco.

Aprovecho para hacer lo que escasea durante el día, escribir, leer o simplemente el anhelado do nothing. Al pasar la tercera página del libro se cierran los ojos y caigo en un sueño profundo. Aparezco en The Pilgrim stone y al abrir la puerta encuentro a dos mujeres mirando con temor la piedra donde reza, Free free Palestine, todos somos uno.
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Al recibir sus pasaportes escritos en hebreo el B&B se derrumba y quedamos al descubierto, sin paredes que den cobijo y entre los escombros nos sostenemos como podemos. Con mano temblorosa y en tinta roja escribo la dirección del kibuz donde viven y trago un par de litros de saliva antes de que exploten las preguntas. Una de ellas aboga por el fin de la guerra, y la otra desea encontrar piedras con mensajes afines a los hostages. Dos hermanas que caminan ocultando su identidad con unas maletas llenas de rabia, dolor y ceguera ante el genocidio que tienen prohibido reconocer. De pronto, se abre una ventana que deja pasar un rayo de luz y esperanza y en la balanza de la cocina sopesamos los muertos de ambos territorios aunque uno de ellos no sea identificado. En el jardín de enfrente florecen dos quechuas y pasan la noche abrumadas por el silencio que envuelve sus incertidumbres y por las estrellas que alumbran su ensombrecimiento. Que el amor y la compasión que recojáis en el camino lo llevéis de vuelta al kibuz y lo compartáis con vuestros vecinos palestinos, porque todos somos uno, les ofrecí para desayunar y a modo de despedida.
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Al abrir los ojos de nuevo corrí calle abajo y descubri que la piedra había desaparecido. La busqué desesperadamente por la aldea sin encontrarla. Rápidamente sustituí la piedra por otra y escribí con tiza, rabia e impotencia el mismo mensaje. Después de mucho tiempo sin lluvia ayer el agua bendijo la tierra y arrastró los trazos de tiza a un lugar más profundo donde siempre se mantendrán vivos, donde nadie pueda hacerlos desaparecer, en el centro del pecho, donde habita el corazón.