Un canadiense compartió su experiencia de un año en Gaza y las lágrimas derramadas fortalecieron la confianza en la humanidad. Dibujó una sandía junto a la piedra de Free Palestina como mensaje a las peregrinas chilenas con pasaporte israelí del día siguiente. Ellas cenaron el mantra ‘Lokah samastah sukhino bhavantu’ y desayunaron todo el amor y la compasión que la hospitalera pudo ofrecerles.
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La espiral del mar de Paz volvió a visitarnos y la casa pudo encontrar el equilibrio entre sus apacibles sonrisas. El peregrino de Mumbai felicitó al hospitalero tras probar el chana masala del menu. Una australiana preguntaba extrañada porqué las personas no viven en las granjas. Al abrir la puerta la hospitalera quiso reconocer al peregrino pero hasta que no vio el anuloma viloma tatuado en su brazo no alcanzó el recuerdo. He vuelto, dijo el peregrino alemán.
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El americano llegó rozando la cena, sin credencial y tan nervioso que no pudo dormir en toda la noche. Al despedirse abrazó fuerte a la hospitalera, no puedo creer que esté aquí, le dijo emocionado. Una pareja de filipinos propusieron hacer homexchange con su resort al norte de Manila. Unos jóvenes americanos recién casados caminan de luna de miel y sueñan con un mundo más amable.
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Despedí a los últimos peregrinos una mañana con niebla. El frío ocupó el espacio tras la marcha de los rayos de sol. Las hojas caídas de los árboles, arrastradas por el viento calientan ahora mi gélida piel. La lluvia bendice a la madre tierra y la luna se esconde bajo un mar de nubes en constante movimiento. Aún quedan bendiciones para compartir con los peregrinos valientes que apuran los últimos pasos para llegar a su destino.