Ese día al terminar la práctica sentí que algo había vuelto. En ese momento no supe qué es lo que volvía o a donde yo volvía. El insight me llegó al subir la cremallera del abrigo y lo sentí estallar desde el centro del corazón.
Seguidamente lo solté al aire en voz alta con la necesidad de escucharlo y creer que eso estaba ocurriendo. Las posteriores compras se hicieron livianas y durante instantes de gloria bendita me mantuve flotando en un oceano infinito de calma y quietud. Así volví a casa.
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Hacia treinta y cinco días que ella empezó a caminar. Eligió salir del Santuario de Lourdes y le gustaría llegar a Fisterra. No le pesan los catorce kilos que carga a la espalda y tampoco refleja síntomas de cansancio. Su sonrisa se mantuvo constante en cada conversación. Nos agradeció veintisiete veces el lugar que ofrecíamos y entendió el significado del proyecto rápidamente, sin necesidad de hacer uso del marketing primerizo. Elige una cama, toma una ducha, descansa en la naturaleza. Fluyó armoniosamente con el eco~lifestyle e impregnó el lugar con su simplicidad, generosidad y sinceridad. La mayor parte del tiempo lo pasó escribiendo en su libreta mientras los rayos de sol se deslizaban por su piel y las mariposas revoloteaban a su alrededor.
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Después del picnic en el bosque me quedé dormitando bajo la sombra de unos de los castaños. Al despertar me la encontré sentada en su lugar. Cruzamos miradas de admiración y nos mantuvimos cómodamente en un mar de silencio interminable. Justo en ese momento sentí como una brisa de aire fresco purificador lo invadió todo de fe, motivación y confianza. Así comenzó a fluir de nuevo la vida.