Hay una falta de vitamina D, dice la doctora con cara de no haber dormido en las últimas 24 horas. Eso pasa por vivir en el hemisferio norte, comenta mientras intenta teclear con sus uñas naïf de diez centímetros de largo la receta en el ordenador.
Carga en mi tarjeta sanitaria un billete de solo ida para el hemisferio sur y me despido de ella sabiendo que no la volveré a ver. Al día siguiente sale el sol y me llevo la práctica al jardín salvaje para bañarme con los rayos de Surya, el astro rey que nos da vida. Om Mitraya Namaha.
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La luna llena nos sorprendió con una visita nocturna. Sus rayos atravesaron ágilmente la ventana del dormitorio y rozaron nuestra piel envolviéndola de su refrescante claridad. Mientras, en el sueño profundo nosotros caminábamos por lenguas de mar en islas perdidas del hemisferio sur. Al despertar un pitido intermitente nos avisó que los depósitos de vitamina D habían alcanzado los niveles óptimos tras el baño de luna nocturno. Om kameshwari namaha
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Doy por finalizado el baño de sol en el momento que empiezan a formarse pequeñas gotas de sudor en centro de la frente. Observo como un par de abejorros extienden sus alas mientras polinizan las escasas flores que se mantienen vivas en el jardín salvaje. Atrapa mi atención una hoja amarilla que cae desde la rama más alta del cerezo. La sigo con la mirada hasta que llega a tierra donde se funde con otras como ella. Escucho el virtuoso canto de los pájaros que el bosque acoge día y noche. El murmullo del viento balancea los frutos del peral que tímidamente solicitan salir de su zona de confort. Y elijo quedarme otro instante más. Om Shanti Shanti Shanti.