Antes de comenzar la limpieza diaria me siento en la hamaca del jardín salvaje, para recargar los depósitos de vitamina D. Allí agradezco, celebro, rememoro e imagino mientras deposito la mirada sobre las montañas que se alzan majestuosamente frente a mi.

Las manos en el regazo, los ojos cerrados, la liviandad surcando los mares internos y con cada inhalación me inflo como un globo y a cada exhalación me hundo mas en la hamaca. Y así me quedo un rato, en la escucha de la respiración.
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Durante el check in una peregrina americana me muestra las cartas del tarot con las que camina y al segundo me sorprendo eligiendo cinco de ellas con mi mano izquierda. Why not? La lectura comienza en español y finaliza en inglés. Sus palabras se adentran en mi interior como haces de luces otorgando claridad a aquello que no puedo o que no quiero ver. Y allí me quedo un rato, en la escucha del otro que soy yo misma.
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Después de cerrar la puerta del albergue tras desear a todos un buen camino, vuelvo a la hamaca del jardín salvaje, para exponerme a los rayos de la luna llena. Las nubes que la cubren a intervalos discontinuos provocan un momento de belleza suprema. Mi cuerpo se deja bañar por la energía que irradia el satélite y se amplifica mi mundo emocional gestando la energía necesaria para iniciar nuevos proyectos. Y así me quedo un rato, en la escucha de lo que está por llegar.